LOS MUISCAS












Se pretende con esta información difundir conocimiento sobre la cultura pre-colombina de los MUISCAS, que tuvo Colombia, en el centro del país y que existieron desde el 400 d.c. al 1800 d.c.


La Balsa Muisca construida en oro, que se ve en la imagen superior, es exhibida en el Museo del Oro del Banco de la República. Representa una ceremonia en que el sucesor del Cacique, hacía una gran ofrenda a los dioses. Cubría su cuerpo con polvo de oro y estaba acompañado por su séquito.


Los Tunjos, fue el nombre dado a las figurillas que hacían los Muiscas de Tumbaga, más que de oro fino. Piezas como éstas entre 2 y 25 centímetros, que representan hombres, mujeres o seres asexuados, se encuentran en el Museo del oro del Banco de la República en Bogotá-Colombia.







Ubicacición Geográfica:


Los muiscas ocupaban parte de los actuales departamentos de Cundinamarca y Boyacá y el mayor núcleo de población estaba en Bogotá, Nemocón, Ubaté, Chiquinquirá, Tunja y Sogamoso. 







Datos de Interés:


Muchos de los elementos culturales de la tradición muisca se conservan hoy en día, en las comunidades campesinas de Boyacá y Cundinamarca.


Se conservan algunos elementos lingüisticos en vocablos y apellidos. 





Datos Históricos:


Todo hace suponer que Centroamérica es el lugar de origen de los grupos chibchas. El grupo de habla chibcha que se asentó en el altiplano cundi-boyacense es el llamado MUISCAS. Los estudios arqueológicos revelan su existencia desde el 545 A.C. hasta el 1537 D.C. cuando llegó la conquista española.

Según las crónicas de los conquistadores españoles, estos hombres se llamaban MUEXAS.

En el siglo XVI, los conquistadores sujetaron los Cacicazgos muiscas al sistema de encomienda y, a finales del siglo, a los resguardos. Hoy en día la mayor parte de la población muisca se concentra en el municipio de Cota, cuyo resguardo fue disuelto por el Incora, entidad del gobierno, en el 2001.













Bibliografía:


La información de esta página ha sido tomada de:


Ochoa Raul y Sanchez, Enrique. "Los pueblos indígenas de Colombia. En el umbral del nuevo milenio". Departamento Nacional de Planeación, Bogotá, 2004.


Rojas de Perdomo, Lucía. “Manual de Arqueología Colombiana”, Carlos Valencia editores, Bogotá, 1980. 









Características Sociales y Económicas de los Muiscas


Entre los muiscas existía una clara diferenciación de clases; en la cima se encontraba el Zipa, señor de Bogotá y descendiente de la luna y el Zaque, señor de Tunja, descendiente del sol. Después de la nobleza que ocupaba cargos en el gobierno, estaban los sacerdotes o jeques encargados de la comunicación con los dioses; seguían los guerreros, defensores del territorio; después estaba el pueblo tributante, quienes hacían el trabajo agrícola, minero y artesanal; y finalmente estaban los esclavos, generalmente prisioneros de guerra, que servían a veces de víctimas en los sacrificios religiosos.


Para los muiscas, la luz y el agua representaban el principio de la vida. Las lagunas eran santuarios naturales en donde rendían culto a los dioses y les ofrecían rogativas. Rojas plantea que la mitificación del agua se puede deber a que dado que los muiscas eran un pueblo esencialmente agrícola, su sustento dependía de la lluvia y el riego. Esto explicaría su culto al sol y a la luna. Cuando faltaba la lluvia, ofrecían sacrificios a Xué (o Zué) para apaciguar su ira. Chía, la luna, guiaba las siembras con sus fases.


A diferencia de otros grupos precolombinos, entre los muiscas, los hombres y las mujeres encarnaban las fuerzas supremas y solo ocasionalmente intervenía un animal: las culebras representaban la muerte, los pájaros eran portadores de luz y las ranas eran estimadas por su relación con el agua.


En el territorio del norte, en donde regía el Zaque, se creía que los primeros hombres fueron hechos de barro (a semejanza de la mitología judaica) y las mujeres, de hierbas.


Su religión era politeísta y contaban con dioses protectores que estaban en la mayor parte de los actos de su vida. Dentro de su mitología figuran personajes masculinos que representaban la fuerza, el poder y la sabiduría y personajes femeninos que representaban la fertilidad y la continuidad de la vida, pero también la lascivia y tentación: Chía, deidad femenina, era llamada Huitaca por su inclinación a la vida disipada; fue ella quien les enseñó las costumbres insanas.


Algunos dioses eran etéreos mientras que otros tenían figura de hombres; solo uno, Mencatacoa (o Fo), el dios de la chicha, de los pintores, de los constructores y de los tejedores, se representaba con figura de oso o zorro. Entre sus dioses estaban:
- Bachué, la diosa de los muiscas y de las legumbres
- Cuchaviva (o Suchaviva), el arco iris, protegía a las mujeres durante el parto y era el protector de la salud.
- Chiminichagua era el ser supremo y la fuerza creadora.
Tenían templos en donde veneraban a sus dioses, representados en figuras de cera, oro, cerámica o hilo. El templo más conocido por sus dimensiones fue el de Sogamoso, el cual dicen estaba íntegramente alfombrado en fino esparto. Fue incendiado durante una de las incursiones de saqueo de los españoles.


Las ofrendas se depositaban en figuras huecas de cerámica y eran los sacerdotes o jeques los que realizaban los ofrecimientos después de elaboradas ceremonias.
El jeque además de sacerdote, era curandero, labor que realizan con diversas yerbas acompañadas de invocaciones a sus dioses. Su cargo era heredado por los sobrinos, hijos de la hermana. El aspirante al cargo era sometido desde niño a drásticos ayunos y penitencias; le enseñaban la mitología y los ritos y prácticas para realizar las curaciones. Parece que llegaron a practicar complicadas cirugías en el cerebro, con resultados positivos.


Realizaron sacrificios esporádicos como el de los Moxas (Mojas), adolescentes ofrecidos al sol para aplicar su ira, durante las sequías. También tenían costumbre de inmolar niñas en los postes de las construcciones de jeques y caciques.


La organización social muisca se basaba en clanes, en donde estaba prohibido el matrimonio debido a la cercanía de parentesco.


Eran polígamos: la primera mujer era la principal y podía reprender a su marido. Las demás tenían categoría de concubinas.


Los hombres tenían derechos casi ilimitados sobre sus mujeres: podían darlas como obsequio, las enterraban vivas para acompañarlo durante la muerte y eran una de las principales fuentes de trabajo. En la mujer, la infidelidad era castigada con la muerte y en el hombre con una sanción más o menos leve, a menos que el ofendido fuera un personaje principal, en cuyo caso ambos culpables eran ajusticiados.


El matrimonio era un trueque que se realizaba entre el novio y los padres de la joven; se la cambiaba por mantas, cargas de coca y chicha o por venados. Las vírgenes eran rechazadas por el esposo, lo que implica que era permitida y necesaria la libertad sexual entre los jóvenes.


Era importante para los muiscas el paso de la niñez a la pubertad: las niñas eran recluidas en una casa especial y luego culminaban la ceremonia con un baño del río; los hombres celebraban una gran fiesta con chicha.


La música acompañaba todos los sucesos de sus vidas, incluso la guerra.


Para los muiscas, el rojo era señal de luto y muerte, de ahí que las vasijas funerarias estuvieran pintadas de este color.


La sal y las esmeraldas ocuparon el primer renglón en la minería muisca.


La explotación de las esmeraldas la realizaban solo en época de lluvias, explotando las minas de Somondoco, ya que las de Muzo, estaban ocupadas por tribus belicosas. Para los muiscas, las esmeraldas tenían un significado mítico: Según la leyenda, el primer zaque, Goranchacha, salió de una esmeralda que gestó y alumbró una joven de Guachetá por intermedio de un rayo de sol. Las esmeraldas eran colocadas en los ojos, la boca, las orejas y el ombligo de los personajes importantes cuando morían.


Para la explotación de sal hacían largas y angostas galerías y luego extraían los terrores con palos puntiagudos (coas). Para refinarla, utilizaban como técnica, la evaporación.


Los españoles fueron recibidos con miedo por los indígenas, quienes pensaron que eran enviados del sol y la luna para castigarlos por sus pecados.


Del mismo modo, muchas de las innovaciones de los españoles fueron aceptadas. La lana de oveja sustituyó casi totalmente al algodón. La ganadería vacuna, caballar, porcina y las aves de corral tuvieron igual aceptación. Los bueyes y la yunta española aligeraron las labores agrícolas, para las cuales solo se contaba con la fuerza del hombre y el palo plantador o coa.













El campesino actual es el más puro representante del indígena. Son muchas las prácticas de los antepasados muiscas que aún se conservan en el altiplano. Para las siembras se continúan observando las fases lunares: la papa, el maíz, la yuca, la arracacha, la calabaza, los fríjoles siguen siendo cultivos predominantes. La paja y el bahareque son elementos indispensables en la construcción de las viviendas. Ráquira, entre otros pueblos ha mantenido la tradición alfarera de tiempos precolombinos, en la elaboración de vasijas domésticas y para el comercio. En la labor textil se sigue empleando el telar vertical para tejer las mantas y las ruanas, y el huso para hilar. 







Orfebrería


Los muiscos elaboraron piezas en oro utilizando la técnica de la Tumbaga, que consistió en la utilización de una mayor proporción de cobre en la aleación del oro. Trabajaron el oro por el sistema de martillado de láminas de delgadas, con aplicaciones de motivos hechos con alambre; también utilizaron el sistema de moldes como el de cera perdida. Los tunjos no se caracterizaban por su belleza. Parece que eran representaciones de los personajes sobresalientes (deidades o gobernantes), destacándose la incidencia de figuras femeninas.


Los muiscas utilizaron el dorado por oxidación, para darle a la tumbaga la apariencia de oro fino. Según los cronistas, los indígenas usaban el zumo de una planta para lavar la tumbaga, luego la ponían al fuego, de modo, que el cobre se oxidaba, produciendo una película de óxido de cobre. Este óxido era limpiado y la superficie quedaba recubierta de una capa delgada de oro.


Esta técnica fue utilizada por los muiscas para engañar a los españoles cuando tuvieron preso a Sagipa, el último Zipa, por el cual pedían un rescate en oro. Cuando la baja calidad del oro fue descubierta por Quesada, recayó su furia sobre el zipa.


Alfarería


Por otra parte tenían centros dedicados al trabajo de la cerámica como Tocancipá, Tinjacá, Ráquira, Tunja y Soacha. Hicieron vasijas para las ofrendas en los templos, figuras antropomorfas que simbolizaban sus deidades tutelares y personajes principales y grandes vasijas para el intercambio comercial. Elaboraron su cerámica modelando directamente el barro, o por medio de rollos de arcilla en espiral. La decoración utilizada fue la pintura roja y blanca en varias tonalidades.Estos colores los obtenían de óxidos minerales. Algunas vasijas fueron adornadas con aplicaciones de pastillaje y con incisiones, técnica con la que realizaron diseños antropomorfos y geométricos. La decoración de la alfarería era pobre, salvo cuando el diseño tenía una simbolización mágico-religiosa con culebras y figuras humanas.


Manufactura


Los muiscas fueron hábiles tejedores. Utilizaron los husos, varitas de madera insertadas en torteros de piedra, que cumplían la función de pesas para facilitar la torsión de las fibras. Para el tejido emplearon telares horizontales y verticales. Utilizaban agujas de oro y hueso. Pintaban la tela con pinceles o teñían las madejas de hilo para realizar franjas decorativas. Elaboraron dibujos geométricos de gran complejidad. Utilizaron colorantes de origen vegetal y animal. El color rojo lo obtenían de unos insectos llamados cochinillas y del achiote (Rojas, 1980).


Aspectos funerarios


La muerte era concebida como el inicio de un largo viaje, al final del cual, llegarían a un mundo similar a este, en donde según el comportamiento que hubiera tenido la persona en vida y la forma como ocurriera su muerte, tendría una recompensa o un castigo. En la mayoría de los casos, dotaban las tumbas de adornos de oro y esmeraldas, armas, vasijas de arcilla con provisiones de maíz, chicha y otros alimentos, mantas y herramientas. Una de las maneras de preservar los cadáveres era la momificación, que lograban ahumando el cadáver hasta secar todas las sustancias líquidas y grasas, con lo cual la piel quedaba apergaminada; la otra consistía en cubrirla con capas y capas de telas de distintas tramas, y finalmente lo metían en una bolsa de fique, parece que con el propósito de preservarlo de la humedad. Los personajes principales eran enterrados con sus esclavos y mujeres a quienes narcotizaban y embriagaban, para que no se dieran cuenta de su destino.


Buscaban la capa de greda natural, para sobre ésta, tallar la tumba, de tamaño ligeramente mayor que el del difunto, a quien depositaban directamente sobre la tierra. Las cuevas naturales fueron otros sitios para sus enterramientos, en donde colocaban a los cadáveres momificados. Silva Celis excavó gran cantidad de estas cuevas en la Belleza (Santander) y encontró más de 500 figurillas de arcilla sin cocer, antropomorfas y en posiciones flexadas. Todas tenían representado el sexo femenino, lo que hace pensar que se relaciona con el culto a la fertilidad. 

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